Algún día

10.02.2014 18:31

Escuchaba su llanto silencioso, casi inexistente, desde su habitación. En medio de ambos, a modo de separación infranqueable, un largo pasillo, dos puertas y tres pesadas décadas de diferencia. Treinta años que parecían alejarlos cada vez más. Tal vez ese fuera el muro más complejo entre ambos. Aún así no soportaba oírla llorar. Sabía que lo pasaba mal. También sabía, a pesar de sus pocos años, que mamá nunca lo reconocería delante de él. Para ella él siempre sería un niño al que proteger de todo mal, aunque el mal llevara tiempo instalado en casa, compartiendo cama y colchón con la persona que más quería en el mundo. El mal fumaba, veía el futbol y bebía cerveza como cualquier otro padre normal. Pero no lo era. Ni siquiera era su padre. No era nadie. No era nada. Tan sólo existía mamá. No podía ver sus lágrimas sin echarse a llorar. Por eso, justo por eso, se escondía cuando sospechaba que su frágil estabilidad podría derrumbarse de un momento a otro. Con sólo ocho años ya sabía demasiado de la vida. De la parte dura, fría, dolorosa y desagradable de la vida. De cosas que un niño no debería saber. Pero tampoco debería una madre acostarse cada día con los ojos morados y llenos de lágrimas, pensaba él. Por qué ocurrían esas cosas Por qué. En su cuarto, acurrucado en su cama, él apretaba sus puños y se dormía jurando entre sueños que algún día le daría su merecido. Algún día su madre podría irse a dormir con una sonrisa en la boca y le abrazaría sin sentir dolor en cada hueso de su cuerpo. Sin sentir miedo. Sin sentirse miserable. Algún día, algún día… Escuchaba su llanto silencioso, prácticamente inexistente, desde su habitación. Y se sentía cada vez más pequeño. Cada vez más diminuto. Y cerraba los ojos deseando crecer rápido para que la vida comenzara a sonreírle. Algún día…