Bajo los charcos (V)

16.03.2015 11:03

Pero él sí lo hizo. Y no sólo miró dentro de aquel extraño charco, se sumergió de lleno en él porque no había nada en el mundo que le pudiera impedir seguir los pasos de su hija. Sabía, era muy consciente de ello, que no siempre había estado cuando ella lo necesitaba. Pero ahora estaba allí y no pensaba salir de ese territorio desconocido e imposible hasta que encontrara a su niña. El mundo debajo del charco era peculiar: cálido, luminoso y de colores chillones. Era mullido y suave, como sólo una tierra ideada por niños puede ser. Lo más extraño es que aquel lugar estaba deshabitado. No parecía haber nadie por allí. Ni niños, ni mayores. Estaba sólo. En cualquier caso, nada podría pararle. Había llegado hasta allí y no se iba a marchar con las manos vacías. Comenzó a caminar. Y caminó. Caminó. Caminó... Mientras andaba, cada vez más deprisa, comenzó a suceder algo muy extraño. Ante sus ojos comenzaron a pasar, como en una película antigua, fotogramas de su propia vida. Noches alargadas en el trabajo en las que llegaba tarde a casa y no podía darle un beso a la niña, riñas con su mujer, problemas económicos, problemas laborales, pero también besos, risas y caricias, el nacimiento de su bebé hace ya unos cuantos años, el día de su boda, sus días de Universidad, sus propios juegos de infancia... una idea repentina se asomó a su cabeza, ¿estaría muerto? Era aquello la luz al final del tunel. ¿Nunca llegaría a ver a su niña?