El viaje 2

11.09.2013 09:26

Volar era eso. Tan sencillo, tan limpio, tan simple. Volar era eso y nada más, se repetió, y mientras lo pensaba, con cierta ingenuidad, miraba con recelo hacia abajo, hacia el mundo diminuto que quedaba a sus pies. Mujeres-murciélago, hombres-pájaro, peces con pico, y aves con aletas, una extraña e imposible comitiva le abría paso hacia un universo desconocido. A un mundo nuevo en el que, tal vez y sólo tal vez, la justicia tuviera algún sentido. "¿A dónde vamos?", preguntó al que parecía ser el jefe. "No lo sabemos, tú eres la que dirige este viaje. Tú tienes las soluciones a los problemas de nuestro mundo y del tuyo. Tú nos has creado para ser guiados y eso hacemos. Te seguimos". En pijama, legañosa y adormilada, no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos. Debía haberse quedado dormida leyendo. Demasiada tortilla de patata (su abuela siempre insistía en que estaba muy delgada y ella se dejaba mimar), demasiada literatura... una mezcla que había desembocado probablemente en aquella tropelía onírica que carecía de sentido. Y sin embargo, pese a su incredulidad, su cuerpo se negaba a parar. No quería descender. La necesidad de seguir volando hacia algún destino que creía desconocer era más fuerte que su sentido común. Ella no era ninguna heroína. Era una persona tímida, miedosa y apocada. Era, ¡era una niña! ¿Dónde creía que iba dirigiendo a aquel desfile de mutantes? Y sin embargo, mientra lo pensaba, todo su cuerpo sintió una atracción irremediable hacia la tierra. Lo supo con certeza: necesitaba bajar y quería hacerlo ya. Miró hacia abajo en busca de superficie y se sorprendió al descubrir una tierra enrojecida, marcada tal  vez por el fuego, tal vez por la sangre, surcada por ríos de color dorado. "Hemos llegado". Era su voz la que había pronunciado esas palabras. Al tratar de dirigirse a sus acompañantes para preguntarles dónde se encontraban, no logró encontrar a ninguno de ellos. Estaba sóla. Estaba sóla y perdida en algún lugar de ninguna parte. Tal vez siempre lo estuvo y todo había sido poco menos que una alucionación muy real. Tal vez si cerraba los ojos volvería a estar en casa, pero no obtuvo ningún resultado al hacerlo. Seguía sóla y perdida. Desorientada y asustada, se sentó en aquella superficie carmesí y comenzó a llorar. Cuando la primera de las lágrimas que se deslizaban por su rostro tocó la tierra, oyó una voz alta y profunda que pronunciaba su nombre: "María, ven. Te estábamos esperando".