La mujer musical

03.07.2015 19:53

Cuando abrió los ojos por primera vez su madre escuchó música. No sabía de dónde podía proceder. En el hospital, todos estaban a lo suyo, trajinando en los quehaceres propios de médicos, enfermeros y gentes dedicadas a los demás, sin embargo  ella escuchó claramente una banda sonora que parecía hecha para la ocasión. Música de ángeles para un nuevo ángel, y decidió llamarla Cecilia, como la patrona de la música. Durante toda su vida, la música acompañó sus pasos. No era una música evidente. No, o al menos no siempre. Era algo así como un murmullo inesperado, un run run sinfónico que perseguía a la joven Cecilia y a todos los que con ella estaban. Esa música la acompañó en sus primeras salidas, junto a sus amigos, mientras estudiaba en la Universidad, en su primer trabajo, cuando se casó e incluso cuando ella misma tuvo su primer  y único hijo, una niña. Cuando ella nació la estancia se llenó de aroma a salitre y decidió que, tal y como deben ser estas cosas, su nombre no podía ser otro que Mar. La música siguió a Cecilia siempre. Era parte de ella misma, es complicado explicarlo. Quién la conocía notaba rápidamente que su risa era música, su voz era música, sus riñas eran canciones y sus alegrías auténticas melodías clásicas. No hay mucha gente que tenga la suerte de tener su propia banda sonora, pero ella lo asumía con normalidad. Una vida hecha de notas musicales es lo que tiene, se aprende bien a llevar el ritmo. Cecilia estaba hecha de música y por eso, en cada cumpleaños, cuando todos le cantaban el clásico Cumpleaños feliz, ella añadía su magia y en todas las estancias, de las todas las casas, de todos los mundos conocidos y por conocer, oían las notas de aquella canción tan especial. “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz”… al soplar las velas una nueva melodía inundaba la habitación. “¡Qué suerte tener tanta música en nuestras vidas!”, pensaban los suyos. “¡Qué suerte que siempre nos acompañe tu son!”.