La vida espera

31.01.2015 09:48

La vida te zarandea sin sentido. Te sube, te baja, te asfixia y te da aire a su antojo. Se convierte, por segundos, en un carrusel de emociones encontradas en las que nada parece tener sentido. Va poniendo piedras en el camino por el sencillo capricho de ver si somos capaces de sortearlas. La vida agota. La vida cansa. Sin embargo, y a pesar de todo, nos regala momentos únicos, instantes, recuerdos, olores que nos hacen olvidar la angustia y la desazón. La vida sorprende. Los besos a los padres, sentidos y llenos de infinito respeto y cariño, los besos pringosos de los hijos que se quedan pegados al alma de manera indeleble, los besos inciertos de los primeros amores, asustados, tímidos y atrevidos a la vez, los besos pasionales. Los roces, las caricias, los abrazos, las despedidas. Dolorosas y efímeras. Los reencuentros. La vida te arrastra hacia delante de manera agresiva y no podemos, no debemos, parar. El camino es largo y, en ocasiones, pesado. La vida duele.  Y, de pronto, un atardecer con tintes violáceos, como los de mi infancia en tierras de levante, te llena de impulso. El cielo limpio y sin mácula de mi Extremadura, impregnada en el alma. El olor del mar mediterráneo, el color de la arena de las playas de Lanzarote, a veces negra como la noche a veces blanca como la luna. La vida abruma. Satura. La vida brilla, y no hay otra manera de recorrerla que coger las riendas de tu camino. La vida… la vida espera.