No sabía escribir poemas de amor

29.07.2013 19:46

No sabía escribir poemas de amor. Ni cartas apasionadas que revelaran su secreta pasión por ella. No sabía. Tampoco era capaz de poner sobre el papel sus sentimientos más puros. Imposible. A duras penas era capaz de expresarlos con palabras, algo que se volvía imposible si ella estaba delante. Si la veía de lejos las cosas se le caían de las manos y su voz comenzaba a jugarle malas pasadas. No sabía como llamar su atención pues todo su cuerpo, y también su mente, se lo impedían. No sabía escribir poemas de amor. Nunca había sabido. Nunca se había enamorado, también es verdad, y la idea no se le había pasado jamás por la cabeza. Pero ahora... ahora las cosas eran distintas. Necesitaba poder expresar todo lo que sentía y no podía. No sabía. La simple idea de un mundo, una eternidad, sin ella, le aterraba. Sus manos eran torpes y de movimientos lentos, salvo cuando cocinaba. Cuando empezaba a idear una receta todo su cuerpo, y también su mente, se volcaba por completo y sus dedos se tornaban ligeros, ágiles, diestros, dando forma al pan, a los pasteles, a las masas quebradas, a la pasta... sus manos volcaban ingredientes en los pucheros como quién formula pociones mágicas. Sin dudar. Con la seguridad absoluta del que sabe que eso, eso no le puede salir mal jamás. Así fue como ella se enamoró de él. Lo vio un día, cuando paseba por la calle ancha y su olfato la llevó derecha a un pequeña ventana de un sótano. Agachada, mirando por un pequeño resquicio, vio como amasaba la harina, como troceaba los ingredientes y luego los salpicaba, los hacía volar, los transformaba en algo nuevo, mejor, diferente y quiso estar ahí, entre pimientos, tomates y cebollas. Quiso ser la masa del pan, o de la pizza, y estar bajo sus manos grandes y diestras. Cuando él la vio, al mirar hacia arriba en un descuido, los ojos de su amada le revelaron que ya no tenía nada que decirle. Ella ya lo sabía todo.