Tardes de cine

20.05.2014 18:08

Recuerdo el sabor salado de las palomitas, mitigado por las punzadas burbujeantes del refresco de turno. Esas tardes de cine semanales que nunca faltaban en la rutina de los dos. Esas sesiones largamente esperadas que apenas parecían durar un instante porque, a quién vamos a engañar, lo importante nunca era la película. Al menos, no del todo. La sensación de compartir algo especial, sólo nuestro, secreto, aunque la sala estuviera llena de gente. Daba igual la multitud. El roce descuidado, o tal vez no tanto, de las manos, de los dedos o incluso de los labios. El sabor salado del recuerdo ya tan antiguo como la misma vida, el recuerdo que trata de desaparecer entre las mil vivencias tatuadas en la piel desde entonces. Recuerdo, sigo recordando, el sabor salado de tus besos, esos besos que hace tanto tiempo fueron lo más importante para mí. Tardes de cine ancladas para siempre en la memoria, probablemente ensalzadas, mejoradas, por el paso de los años que borra todo lo malo y sólo deja la esencia, lo que merece la pena conservar. Recuerdo esas tardes de cine.