Veleidades del azar

30.04.2014 16:32

La suerte estaba echada. Eso le dijeron. La frase retumbaba en sus oídos con el eco insistente de un cuarto vacío. Rebotaba en las paredes imaginarias de su cabeza. No había nada que hacer. Nada. Su suerte estaba en manos del destino, y ya sabemos todos lo veleidoso y voluble que es éste. No puede uno fiarse de él para nada. La suerte estaba echada. No tenía más opción que sentarse a esperar su final. Nunca se le dio bien esperar. Era impaciente por naturaleza y sabía que algunas cosas hay que provocarlas, pero no esta vez. No podía ser. No estaba acostumbrado a que le dijeran lo que podía o no podía hacer. Él trazaba su suerte, siempre había sido así. Pero no, no esta vez. Se sentó en la mesa de la cocina frente a un café y mientras removía con lentitud la cucharilla para deshacer el azúcar iba pensando maneras de engañar a su suerte. Sabía que no era posible pero disfrutaba con cada pensamiento infructuoso. Como los niños que paladean con más ganas el caramelo prohibido. Saboreó el café y olvidó por un instante la frágil consistencia del destino disfrutando del momento. En cualquier caso, tampoco podría haber hecho otra cosa porque… su suerte ya estaba echada.