Brindis por una mujer valiente

03.06.2015 20:54

Abrió los ojos con los primeros rayos de sol. Amanecía y ella había dormido en aquel viejo sofá. Esperando. Sobre la mesa la botella de vino languidecía en la cubeta de hielos deshechos, junto a las dos copas vacías. No había venido finalmente. Se culpó por esperarle. Por aguardar ansiosa su llegada, no sólo esa noche, siempre. Llevaba toda su vida esperando que él fuera quién prometía ser, alguien que evidentemente nunca sería. La culpa no era del todo suya. Debía haberse dado cuenta hace tiempo que no todo el mundo puede encajar en la vida de uno. De que no todo el mundo sirve para encajar en el puzle de nuestra vida.  Al menos en el suyo no encajaba. Debía dar un paso más y no mirar hacia atrás. Lo tenía claro y, curiosamente, no estaba triste, al contrario, se sentía feliz. Había tomado al fin una determinación y, por una vez, era una mujer libre, con todo por delante. Podía escoger su propio destino y eso le gustaba. Abrió las ventanas y sentada en aquella mesa, en aquella habitación, que tantas veces la vio llorar, descorchó la botella de vino y se sirvió una copa para poder brindar por su nueva vida. Nunca antes un vino le había sabido tan bien