Claroscuro

11.10.2014 19:39

Una vez en algún rincón perdido del universo nació un niño con una peculiaridad que nadie descubriría hasta mucho tiempo después: veía sombras en las cosas y las personas turbias y luz en las diáfanas. El niño creció sin saber, porque nadie echa de menos lo que no conoce, que era diferente a los demás. Creció sabiendo discernir fácilmente el bien del mal. Se hizo mayor avanzando con paso seguro hacia un futuro que se le prometía esperanzador. Sin embargo, cuando comenzó a moverse en el mundo de los adultos como parte de ellos, se dio cuenta que la línea que diferenciaba la luz de la oscuridad se hacía inexistente. Todos los que le rodeaban vivían en el claroscuro. Salían de la luz más brillante para introducirse, voluntariamente, en un pozo negro y sin salida. El niño, que ya no lo era, no podía soportar la certidumbre de que el ser humano eligiera su propia oscuridad. No podía mirar a la cara a los hombres y ver sus intenciones más retorcidas. El niño, que ya no lo era, se sintió solo en un mundo retorcido y desalmado. Fue entonces cuando descubrió que su propio reflejo en el espejo era un retrato lleno de luces y sombras. Decidió dejar de mirar. Una vez en algún rincón perdido del universo, vivió un hombre en la oscuridad hasta su último suspiro, esperando que fuera entonces cuando la luz volviera al universo.