El amor inexistente

22.11.2013 18:40

La verdad, aunque te resulte dolorosa a estas alturas de la vida en que siglos de olvido mutuo nos separan, la única verdad es que nunca me enamoré de ti. Me enamoré de la idea de estar enamorada. Me enamoré del amor. Necesitaba amar por encima de todas las cosas, y te elegí a ti, no sé si con acierto o sin él, pero fuiste la víctima de mis desvelos y pasiones encendidas. Elegí enamorarme justo en el momento en que mi cuerpo y mi alma me lo exigían. Sí, y te tocó a ti. Tal vez por fortuna, tal vez por error. Los amores que no se sostienen, como los castillos de naipes mal montados, se desmoronan. Así son las cosas. Siempre lo han sido. Nuestros naipes se sujetaban tan sólo en la necesidad de un amor inexistente. Nosotros lo hicimos posible, pero no era real. Cuando todo se vino abajo, me quedé sorda, muda, ciega… muerta. Pensé, deseé, exigí, nunca volver a amar de esa manera. Por suerte, o por desgracia, nunca más volví a querer a nadie de manera impuesta. De manera imposible. De forma equivocada. Nunca me enamoré de ti. Ya lo ves. Aunque te quise como a nadie, o tal vez no. Me enamoré del amor como ente hipotético e infinito. Es probable que nunca lo sepas. Muy posible que ni siquiera te importe… qué más da. El amor estaba a la vuelta de la esquina, jugando conmigo al escondite y me encontró. La verdad, la única verdad, es que nunca me enamoré de ti. Jamás.