El bocadillo

03.02.2014 12:18

Una rebanada de pan, tomate fresco, lechuga, salmón ahumado, huevo duro, una pizca de mayonesa y coronando tan suculento tentempié otra rebanada de pan. El primer bocado le supo a ella. O, más bien, a su recuerdo. A las tardes de verano al volver de la playa. A su pelo rizado y a su risa amplia y sincera, sin dobleces. Bebió un poco de agua porque los recuerdos, a veces, son difíciles de digerir. El segundo bocado tenía sabor a beso. A sus besos. A sus caricias. A su piel salada y dulce a la vez. Con el tercer bocado se desbocaron los sentimientos escondidos, enterrados... el llanto, las peleas, los sinsabores y malos momentos. Dejó el bocadillo sobre la mesa y recogió las pequeñas migas desprendidas con el dorso de la mano, los restos, de alguna manera, de sus recuerdos, de su felicidad, de lo que pudo ser eterno y se rompió en pedazos. Dejó de comer porque no podía. Porque, de alguna extraña manera, lo que fue, lo que tenía que haber sido, estaba allí, ante él, intacto aún. Sin corromper. Lo que destrozó el tiempo permanecía inalterable en algún rincón de su cabeza. De sus deseos. Dos rebanadas de pan, tomate fresco, lechuga, salmón ahumado huevo duro y un mayonesa... era tan sencillo, tan fácil haber sido feliz.