El cuento del Gallo Kiriko

12.11.2013 18:18

Siempre me contabas el mismo cuento y, a fuerza de repetirlo, supongo, nadie lo contaba mejor que tú. No eras como ella, de sonrisa eternamente pintada en la cara y abrazos interminables. Eras más serio. Más solemne en apariencia. Más tú. Los que no te conocían podían pensar que te dábamos igual. Pero yo sabía que no era así. En tu cartera llevabas una foto de cada uno de nosotros. Desde el más pequeño hasta el mayor de tus nietos. Íbamos siempre junto a ti, aunque nadie lo supiera. Siempre me contabas el mismo cuento, con tu voz seria, intentando adaptarte a las exigencias de una niña cargada de imaginación, como era yo. Cuando volvía a casa de vacaciones lo primero que me preguntabas era cuándo había llegado y lo siguiente cuándo me iba. Nada más. Eras así. No expresabas las cosas con palabras. Eso lo hacía ella. Ella llenaba los silencios con cariño y ternura infinita y tú la mirabas, consciente de que era la mitad más importante de tu vida. Tú eras el patriarca. Y lo sabías, y aunque no tenías porque contarme cuentos, cuando me quedaba con vosotros, lo hacías. Siempre me contabas el mismo cuento y, a fuerza de repetirlo, nadie lo contaba mejor que tú.