El gato

29.04.2013 11:06

Tenía el cuerpo de terciopelo y los ojos brillantes y rasgados como dos piedras preciosas. Era un auténtico peluche. Su peluche. Cuando nació, él ya estaba en casa. Realmente era el rey de la casa. El amo. Con su paso sigiloso y pausado, lo llenaba todo. Se arrebujaba sobre el sillón, enroscado sobre sí mismo, al sol, en espera de su ración diaria de mimos, caricias que agradecía con su tradicional ronroneo feliz. Por las noche, siemnpre a la misma hora, aparecía en su cuarto y se instalaba, cómodamente, a sus pies, cuidando de sus noches y ahuyentando sus pesadillas. Tenía el cuerpo de terciopelo y los ojos más astutos del mundo. Siempre pensó que estaría allí toda su vida. ¿No tienen siete vidas los gatos? Se decía a sí mismo. Estiró y disfrutó cada una de ellas al máximo, y se hizo anciano entre las cuatro paredes de su casa. Cuando se fue, cuando ya no pudo acariciar nunca más su lomo de peluche, decidió conservarlo para siempre en su recuerdo tal y como era en su infancia: el animal más bello del mundo. Tenía el cuerpo de terciopelo, de terciopelo negro.