El gemelo

19.01.2018 14:05

Sabía que tuvo un hermano gemelo. Lo sabía porque se lo habían contado, pero él no llegó a conocerlo. ¿Cómo iba a hacerlo si murió a los pocos días de nacer? Sin embargo, de alguna extraña y curiosa manera siempre había creído sentirlo cerca. Esa sensación se hizo mucho más real esa noche. La gripe se había cebado con él y todo su cuerpo se estremecía a más de cuarenta grados. Empapado en sudor, no había un solo hueso de su cuerpo que no le doliera como si le hubieran dado una paliza con un bate de beisbol. Se encontraba francamente mal y estaba solo. Esa era la parte negativa de no haberse querido comprometer nunca con nada, ni con nadie, cuando se encontraba mal, no tenía a nadie que le echara una mano. Tampoco se arrepentía. No necesitaba a nadie. No quería a nadie. La gente pedía cosas. Quería cosas. Necesitaba tiempo, y él no tiene tiempo, ni dedicación para nadie que no fuera él mismo. Tumbado en la cama, con una botella de agua cerca, sentía que el techo podría caerle encima. Sus ojos fallaban, veía borroso y la fiebre le hacía delirar. Fue entonces cuando lo vio. Con una claridad absoluta. Estaba sentado en su cama. Junto a él. En realidad se estaba viendo a sí mismo, pero él sabía que era el otro. Su hermano muerto. “Hola, estás hecho un asco”, le dijo. “Y estás solo. No tienes pareja. No tienes a nadie. Papá y mamá no cuentan contigo para nada porque nunca estás disponible. Ni siquiera tienes a un buen amigo al que llamar. ¿Qué demonios has hecho con la vida que me robaste? La has desperdiciado. Ahora me toca a mí”. Y vio, entre atónito e incapaz de hacer nada, como le rodeaba el cuello con las manos y comenzaba a apretar. Sintió como el aire se iba de sus pulmones poco a poco hasta que lo vio todo borroso. Negro.

Cuando se levantó al día siguiente, se sintió increíblemente bien. Sentía hambre y sed y una enorme necesidad de ducharse. Se aseó, desayunó mucho y muy bien y se arregló hasta sentirse bien consigo mismo. Frente al espejo del recibidor se miró y se dio el visto bueno. “Ahora a la calle”, se dijo en voz alta. “A recuperar todos los años perdidos”.