El hombre sin sombra

04.07.2014 13:37

Había buscado su sombra por todo el universo conocido. Durante días. Semanas. Meses. Ni siquiera podía recordar cuando la había perdido, sólo que una mañana se despertó y descubrió que ya no estaba y, de alguna manera, sintió que ya no sabía quién era. Su identidad, como su sombra, había desaparecido. Su personalidad estaba desdibujada. Se impuso como meta recorrer todas las veredas, por lúgubres que fueran, que pudieran guiarle hacia alguna pista. Visitó el norte, visitó el sur, el este y el oeste. Desanduvo los caminos recorridos para asegurarse de que el trabajo estaba bien hecho. Pero no tuvo suerte. Nadie sabía dónde podía estar su sombra. Parecía que nunca la había tenido. Llegó un momento, cansado y deprimido, que imaginó que tal vez soñó ser un hombre con sombra. Pensó que sólo había sido eso, un sueño. Se sentó en un recodo del camino y descansó. Decidió tumbarse mirando el cielo y dedicar unos minutos a mirar las estrellas. El cielo le mostró, como si de una pantalla de cine se tratara, lo que había sido su vida hasta el momento. Le regaló un sinfín de imágenes de abrazos, besos, lágrimas, triunfos y derrotas. Llegó a sentir dentro el olor del café y del pan recién hecho, el aroma a flores de casa de la abuela, el perfume de su madre, la ternura de su primer amor, el despecho de sus primeros fracasos… recobró su vida en tan sólo unos instantes y recordó quién había sido, quién era, quién debería ser. Su vida se mostró como un regalo no solicitado y decidió dejar de buscar para disfrutar del camino que le quedaba por recorrer. Volvería a casa y seguiría adelante con su destino, aunque eso significara ser el único hombre sin sombra. Al levantarse para emprender el camino, allí estaba, estrecha, alargada, inequívocamente cosida a sus pies. Volvía a tener sombra, volvía a tener destino.