El pájaro que no podía volar

23.12.2013 20:46

Pensó muchas veces en volver a intentarlo. Es cierto, lo pensó, pero no fue capaz de llegar a más. Al menos hasta ese momento. No era lo suficientemente valiente, tal vez. O puede, sólo puede, que sí lo fuera. La vida es complicada cuando uno no sabe bien que camino ha de seguir. Qué bifurcación en el laberinto vital que nos toca es la correcta. Lo pensó muchas veces pero siempre sintió el cordón umbilical que le ataba a ella. A sus recuerdos. A su olor. A sus besos. A su piel. No podía volar. Los pájaros no saben de responsabilidades duraderas. No tienen ataduras para siempre. No firman contratos. Los pájaros levantan el vuelo y se pierden en el horizonte. ¿Quién fuera pájaro?, pensó muchas veces. Pero otras, otras en las que tenía su mano en la suya, rozaba su pelo o acariciaba su rostro... en esas ocasiones no pensaba en nada que no fuera en ella. Y en consumir juntos los últimos resquicios de luz, mientras él veía apagarse lentamente la luz de sus ojos... Y se quedaba. Y se quedaba contento de hacerlo, aunque no por ello dejaba de perder su mirada en el horizonte, en algunas ocasiones, siguiendo con la vista el vuelo errante de las aves. Pensó muchas veces en volver a intentarlo, pero no tenía madera de rebelde. Y se quedó. Se quedó hasta el final. Hasta que no quedó nada que importara realmente. Y cuando dejó de tener ataduras terrenales, se elevó tan alto como el sol, y nadie nunca le volvió a ver.