El plato de comida

31.08.2013 20:44

Ese plato era infinito. O eso le parecía a él. Cada vez que se llevaba un trozo de comida a la boca y volvía a mirar hacia abajo, se le antojaba que la cantidad que le quedaba en el plato era aún mayor. "No quiero más verduras mamá", suplicó. "Cómetelo todo", contestó incorruptible su madre. "Pero...". "Todo". Otro bocado más, sus dientes trituraban el contenido de una manera monótona y eficaz, y su estómago recibía el presente sin demasiado entusiasmo. "LLevas una hora con un filete y unas verduras, acaba", la voz de su madre era implacable. Otro bocado más. El plato había vuelto a crecer. "Mamá cada vez tengo más", protestó. "Siempre tienes lo mismo, que no es igual, y eso es porque no comes. Acaba". Pinchó un nuevo trozo con su tenedor y se quedó mirando al plato concentradamente, convencido de que en un momento dado vería multiplicarse el filete o las judias  verdes. Nada. Se lo acercó lentamente a la boca mirando en todo momento al trocito de plato que había quedado vacío. Nada. Suspiró y comenzó a masticar. Ahí, ahí estaba, el plato había vuelto a crecer. "Mamá, ven, corre". "Acaba y dejame en paz". Con ese plato imposible podrían acabar con el hambre en el mundo. Podrían alimentar a pueblos enteros durante años. Podrían alimentar a todos los animales del zoológico y se acabarían los problemas. Podrían poner un restaurante con un sólo plato en el que, además, no tendrían que fregar nada. Todo eran ventajas. Mamá tenía que darse cuenta de lo que ocurría. Mamá tenía... Mamá tenía... "Venga, venga, te has quedado dormido encima del plato y está igual que al principio, come de una vez". Sorprendido ahogó un bostezó y miró hacia la comida, que no había sido tocada siquiera, con la seguridad de que no lo había soñado. El plato crecía.