El regalo

23.12.2014 16:42

Quería un regalo único. Un presente que le hiciera olvidar cada uno de los malos momentos vividos durante el último año. Fueron muchos. Demasiados como para que nuestra unión no sufriera alguna pequeña grieta. El miedo a la fractura me aterraba y no me dejaba pensar. Sin embargo, no se produjo ninguna quiebra. Ella era así, inesperada, loca. Por eso quería un regalo especial, algo que nada más verlo sirviera para expresar todo lo que no supe decir con palabras. Lo busqué por todas partes, por cada rincón de la ciudad, en cada tienda grande y pequeña, en librerías de viejo, en anticuarios, en jugueterías enormes, en joyerías lujosas e incluso en desordenadas tiendas de todo a cien. Tenía que ser algo especial, no por ello caro, pero sí único. No lo encontré. No había nada que expresara mi amor por ella. Desolado me dirigí al lugar de la cita, con un triste libro antiguo. Una novela de hojas destrozadas por el tiempo que, pensé, que le gustaría tener. La primera frase del libro, como en los viejos cuentos de la niñez, no podía ser otra que Erase una vez, y la última, por siempre jamás. Era un cuento, y a ella le gustaban los cuentos. Al abrir el paquete sus dedos acariciaron el lomo del viejo libro casi con placer. Sus ojos brillaban al pasar las páginas. Estaba feliz y me abrazó. El libro cayó al suelo y entonces me di cuenta que el resto de las páginas estaban vacías. No había nada escrito en ellas. Sorprendido quise recogerlo del suelo para que no se diera cuenta, pero se me adelantó y comenzó a pasar las páginas con lentitud. Maravillado comprobé como los párrafos iban tomando forma ante mis ojos, la historia nunca escrita cobraba vida en sus manos. El libro era como yo, ella era quién le daba forma. De esta manera, yo mismo parecía ser el regalo que le entregaba. “Nada me podía gustar más”, me dijo. Deseé con todas mis fuerzas que el final de la historia fuera feliz.