El vuelo

21.05.2013 21:16

"Necesito espacio. No podemos seguir así". Las palabras, nunca antes dichas en voz alta, salieron de su boca de golpe, lanzándose sobre él como un arma arrojadiza. En un intento desesperado de no herir sus sentimientos pero sabiendo, porque esas cosas se saben, que iba a partir en dos su corazón. "¿Qué ha pasado? ¿He hecho algo mal?". Su voz, la voz de aquella persona que tanto había amado y por la que ya no sentía lo mismo, apenas podía escucharse. Era un murmullo, un susurro, un llanto ahogado y lejano que, ahora, apenas era capaz de conmoverla. "No es por ti, soy yo...". Ahí estaba la frase, la que no querría haber dicho, la que ponía fin a todo lo bueno y bello que habían vivido juntos. Pero era necesario. Se ahogaba. Se asfixiaba en una relación que se había convertido, no sabía cuándo, ni cómo, ni porqué, en una trampa. En una lacra. En un ancla arraigada en la tierra que le impedía partir. Necesitaba más. Ignoraba que era lo que quería, pero sabía que no era eso. Se marchó. Cogió sus cosas y besó su mejilla, sabiendo que nunca más volvería a hacerlo. "No te vayas", oyó a su espalda, pero siguió avanzando, imparable, en busca de una senda llena de oportunidades. Era libre. Por fin. Después de tanto tiempo era libre para hacer lo que deseaba. Cuando la luz del sol le dio de lleno en la cara, cuando tenía todo el mundo por destino y ningún límite, no supo qué hacer. No supo dónde dirigirse y un frío intenso recorrió cada centímetro, cada milímetro de su cuerpo. Por un instante, se congeló. Por un instante, pensó en dar la vuelta y regresar. Miro hacia arriba y lo vio, mirándola, invitándola a subir, a regresar a la paz bien conocida, y no lo pensó. Abrió las alas y echó a volar, rumbo al sol, rumbo a un lugar inexistente dónde todo sería mejor. Nadie la vio nunca regresar.