En el fondo

13.08.2013 09:04

No tenía sentido. Ningún sentido. Tan poco sentido como tantas otras cosas que ocurren en la vida. Pero, ahí estaba. En lo más profundo del océano sin que probablemente nadie antes lo hubiera visto. Prácticaba submarinismo desde que tuvo edad suficiente para hacerlo. Le relajaba. Allí abajo, en las profundidades del mar, se sentía en paz consigo mismo. Con el mundo. Todos los problemas del pasado y las preocupaciones constantes que le deparaba su futuro dejaban de tener importancia. Cada semana encontraba un hueco en su agenda para salir a dar un paseo con su pequeño barco y cuando estaba suficientemente alejado de la costa hacía una inmersión, más o menos larga, dependiendo de lo interesante que fuera su paseo. Procuraba cambiar el recorrido en cada ocasión y aunque sabía que no debía ir sólo, no era capaz de compartir ese momento con nadie. Era suyo. Su momento mágico y particular. Nada había de particular en aquella inmersión. Había ido sólo, como siempre, se había alejado de la costa, tal vez un poco más de lo habitu, en busca de nuevos fondos en los que introducirse. De nuevos mundos que explorar. La bajada se inicio con normalidad. Fue entonces, en un momento indefinido de la práctica, cuando lo vio. Cuadrado, enorme, pesado y anillado por una pesada cadena metálica aparentemente inacabable. Lo primero que pensó fue en un bloque de hormigón, una losa terriblemente grande, pero sabía que no tenía sentido que hubiera ido a parar a ese punto del océano. Y, ¿por qué estaba encadenada? Pasó tanto tiempo mirándola que casí no se dio cuenta de que se le terminaba el oxígeno, y subió raudo a la superficie. Estaba agotado. Subió al barco y se sentó resollando a descansar. ¿Qué era aquello? No lo había podido ver con total claridad, pero tampoco se atrevía a seguir bajando por miedo a no ser capaz de regresar. Parecía, parecía un enorme y pesado tapón del océano. Un tapón que, de moverlo, ¿vaciaría todas las aguas del mar en un desagüe inimaginable? ¿Qué era eso? Mañana volvería a bajar. Tenía que existir una explicación lógica, acorde con el mundo racional que conocía. Mañana, mañana resolvería el misterio.