La ausencia

10.05.2013 14:03

De la mano, caminando, fuertemente agarrados. Tranquilo. Seguro de sí mismo. Era un hombre diminuto. Prácticamente invisible. Ella, su mujer, estaba hecha a su medida. Se movía con gestos rápidos, tratando siempre de pasar desapercibido. Y lo lograba. Durante años hizo siempre lo mismo. De casa al trabajo, del trabajo a casa. Únicamente se tomaba unos minutos libres para tomar café en la máquina expendedora de una empresa cercana. Cada día, subía las escaleras, echaba su moneda por la ranura, esperaba por su café y se marchaba. Tan silencioso, tan pequeño, que a veces nadie le veía. Nadie reparaba en su presencia. Cuando todo ocurrió, cuando pensó que era el fin de su vida, cuando dejó de ir a trabajar, todo el mundo notó, repentinamente, ausencia. El hombre invisible formaba parte de una rutina diaria destrozada por completo con su desaparición. Cuando volvió a verle, con su mujer, paseando con una sonrisa satisfecha en la cara, con la seguridad que sólo los hombres buenos pueden tener, sintió que todo volvía a su sitio. Que cada cosa ocupaba su lugar. Era un hombre diminuto, prácticamente invisible, pero fundamental en el orden de las  cosas. En el organigrama absurdo de la vida.