La bruja

02.10.2013 09:18

Cuando vio su anuncio en la televisión de madrugada le pareció una idea buenísima. Ahora, días más tarde, con el sol sobre sus hombros y la realidad imponiéndose ante ella, no le parecía tan buena su ocurrencia. Sin embargo, en la vida, las decisiones que se toman hay que llevarlas adelante, eso le decía su abuela, "sino siempre te quedarás con la duda de qué podría haber pasado". Cuando llamó a la puerta, nada era como se había imaginado. De hecho, aquella mujer no se anunciaba como bruja, ni como meiga, ni como coruja, ni como hechicera. No, decía que era una "conseguidora". Daba igual el nombre, era una bruja, y todo el mundo sabía, y siglos de literatura confirmaban, que las brujas pueden conseguir cosas. Cualquier cosa. Aquel despacho impoluto, con mesa de oficina y silla de piel, con ruedas, no era lo que ella imaginaba como un aquelarre. Tampoco aquella señora rubia de ojos azules y manos con la manicura francesa perfectamente delineada era lo que ella había imaginado como una bruja, pero daba igual, estaba allí e iba a hacer lo que había venido a hacer. "¿Qué deseas?", le dijo Madame Boveir con una voz más parecida a una profesional del cine 'porno' que otra cosa. "Tengo dos peticiones, dijo ella, con voz suave. "Un amor verdadero que no me haga sufrir y con el que jamás tenga una discrepancia, ni una sola pelea, y una vida perfecta". Un silencio suave, casi susurrante se hizo paso entre ambas y se deleitó a sus anchas hasta que la voz de la mujer, en esta ocasión mucho menos sensual y más cercana, le dijo: "Es sencillo. En el primer caso, debes poner en el vaso de la batidora, tres lágrimas de amor y otras tres de desamor, un mechón de pelo propio y otro del ser amado, un suspiro de doncella, una risa de Don Juan, una escama de sirena y una brasa de volcán. Lo bates y te lo bebes. En el segundo caso, batirás a mano una rama de olivo, una cereza de enero, una uña de dragón, una lágrima de fauno, un trocito de cuerno de unicornio, un cabello de hada y un gruñido de tritón. Y lo mismo, cuando esté listo te lo bebes". Ella le miro con cara de espanto y le dijo: "¡Eso es imposible!, algunas de las cosas que has citado como ingredientes ni siquera existen más que en los cuentos". "Pues es allí precisamente en el único lugar que puedes encontrar lo que tú me has pedido. Sal al mundo, ríe, besa, ama, llora, cae al suelo y levántate cuántas veces sea necesario. Sé feliz y desgraciada, pero vive, porque eso es lo único que puedes hacer con tu vida, disfrutarla. En caso contrario, sigue soñando en ese mundo irreal que te has creado. Son 50 euros". Pagó y salió despacio de la sala, con una sonrisa dibujada en la cara. El dinero mejor invertido del mundo, pensó. Se quitó sus zapatos de cristal, se recogió su melena de princesa, se sacudió años de cuentos imposibles y caminó, descalza, por el mundo, por primera vez. Para siempre.