La pompa

29.04.2013 11:22

Le gustaba comer chicle. No era muy elegante, ni muy femenino. Lo sabía y le daba igual. Su abuela lo odiaba. Decía que parecía un 'chicazo' cuando mascaba sin parar, y durante horas, aquella goma insípida. A ella le relajaba. Afrontaba, de alguna manera, sus inseguridades con aquel ritmo cadente, incesante, de su mandíbula. Arriba, abajo, arriba, abajo... Y ese sabor a fresas que se iba perdiendo en su boca hasta desaparecer. Le encantaba mascar chicle. Y hacía grandes pompas que desafiaban la gravedad. Un día su lengua, hábil y traviesa, le dio forma a la mayor pompa del mundo, y sopló, sopló, sopló hasta que la pompa se hizo gigantesca. Más grande que ella misma. Una gran pompa infinita que comenzó a elevarse y la levantó del suelo, dirigiéndola a un vuelo imposible con sabor a fresas ácidas. No era muy femenino volar con una pompa de chicle gigante, pensó. Pero le dio igual. Voló, voló y voló...  Y nadie nunca la vio regresar.