Las cortinas

25.04.2013 11:59

Le daban miedo las cortinas. Siempre había sido así. Hay cosas que son y nadie se pregunta los motivos. Eso le ocurría a él con las cortinas. Cuando, sentado en alguno de los sillones de su casa, daba igual el ángulo del salón en el que se encontrara, veía como el viento las llenaba y las vaciaba una y otra vez, como jugaba con ellas elevándolas y dejándolas caer, le invadía un sudor frío inexplicable. Se convertían, en su calenturienta imaginación, en seres informes que vagaban a sus anchas por las estancias de la casa cuando él no estaba mirando. Seres capaces de desprender su cuerpo, hecho de tejidos desconocidos, de la pared y cobrar vida. Cuando se acostaba por las noches, al cerrar los ojos, la primera imagen que se venía a su mente era un ente deforme e inexplicable hecho de viento y jirones de tela, cuyas maliciosas intenciones desconocía. Cuando compró su primera casa, lo tuvo claro: vistió todas las ventanas con estores. Y, a pesar de todo, a pesar de haber ahuyentado sus peores pesadillas... Nunca dejó de echar en falta la magia de aquellas fantasmales cortinas.