Las cosas imperfectas

18.05.2013 17:32

Con cada movimiento de muñeca, arriba y abajo, arriba y abajo, se iba desdibujando la realidad hasta entonces conocida. Cada brochazo suponía un nuevo renacer, una nueva oportunidad. Cada pincelada de color nuevo, recién nacido, una visión distinta del mundo que explorar. Tenía algo de hipnótica la tarea de pintar. Para ella lo importante no eran tanto los resultados finales como el esfuerzo realizado por conseguir un objetivo final, aunque no podía negar que le gustaba pensar en cómo quedaría su casa cuando todos los años vividos en ella, o al menos sus consecuencias, quedaran borrados de golpe. Un hogar sin mácula. Sin errores. Sin confusiones. Sin mancha. Tenía algo de hipnótico el trabajo de pintar y la oportunidad de hacer perfecto, o tal vez imperfecto, lo que debía serlo. Por eso mismo, cada cierta superficie de pared finalizada, hacía un trazo del revés, de manera que se notara la diferencia del trazo. No quería posesiones perfectas. Limpias y bellas sí, pero no perfectas. Su mayor placer era saber qué contemplaría su trabajo durante muchos meses, tal vez años, futuros, y, por tanto, su esfuerzo no caería en saco roto. Como en la vida, la mayor satisfacción es el recorrido, pero no todas las personas saben darse cuenta de ello. Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, ...derecha e izquierda, arriba y abajo, arriba y abajo... Con el pelo manchado de pintura, disfrutando cada instante, continúo su obra con la satisfacción, con el deleite, de las cosas imperfectas.