Las Gafas. II. Oscuridad

07.02.2014 11:14

Al acabar la jornada, salió a la calle sola. A pesar de que todos se ofrecieron a llevarla en voz alta, ella podía leer con claridad sus pensamientos. Su odio. Su rencor. Decidió caminar con cuidado hasta la óptica más cercana, apenas a unas calles de la oficina. La niebla que había cegado sus ojos toda la mañana se transformó, al salir a la calle, en oscuridad absoluta. Debía estar empezando a oscurecer, pero a esas horas era imposible que la noche se hubiera apoderado ya del cielo. Sin embargo, era eso lo que ella intuía. Noche. Oscuridad. Una negrura creciente que parecía abarcarlo todo y cuya hambre, ansia incluso por devorar todo, no tenía fin. A cada paso se cruzó con sentimientos de odio, de miedo, inseguridades, pánico, cansancio absoluto, incomprensión, agonía, insolidaridad pero, sobre todo, sobre todas las cosas malas que sintió, a pesar de no poder verlas, prevalecía el egoismo. Un mundo podrido repleto de egoismo en el que todos juegan a ser lo que no son. Un cementerio lleno de vivos. Sintió frío y desolación. Se sintió sola y, al mismo tiempo, se preguntó si también los demás la verían a ella así. ¿Sería también ella un ser horrible? ¿Un lobo con piel de cordero? Alguién le indicó la entrada a la óptica, pero ella seguía sin vislumbrar ni un resquicio de luz.