Migas de pan

22.04.2013 12:48

Lo tuvo claro. Ahora, con la luz del día, no lo tenía tanto, pero la noche anterior no lo dudó. Era él. El hombre de su vida. Su media naranja, o como quisieran llamarlo. Les gustaban las mismas cosas, la misma música, el mismo tipo de ropa, la comida asiática, las mismas películas y la misma literatura. Los dos adoraban los cuentos infantiles, algo nada común en adultos perfectamente preparados para la vida. Fue perfecto, pero no sabía cómo volver a encontrarlo. Él le dijo, no te preocupes, mañana lo sabras. Ya era mañana y no sabía nada. Se levantó, se duchó, desayunó y seguía sin saber nada. Las horas pasaban lentas y confusas. Llegó a pensar que tal vez todo fue un buen sueño y que nada había sido real. No podía pensar bien y la resaca no le ayudaba en nada. Decidió salir a dar un paseo para despejarse. Al abrir la puerta vio una hilera de migas de pan. "¡Vaya vecinos sucios que tengo!", penso. El rastro de pan seguía hasta la calle y se perdía en ella. Picada por la curiosidad decidió seguirlo, parecía inacabable, una hilera infinitia de miguitas que continuaba hasta el infinito. A su paso los pájaros se estaban dando un festín, pero, curiosamente, ningún ave picoteaba la fila de migas que tenía por delante. Tan atenta estaba mirando el suelo que chocó contra algo. Estaba en el parque, en un banco, y en él estaba sentado el chico que conoció la noche anterior. "¿Eres tú?". "¿Nos conocemos?", dijo él. "Nos conocimos anoche en un bar, ¿no te acuerdas?". "Anoche no salí de casa, me quedé viendo la tele". Un silencio espeso se adueño de la tarde, hasta que la sonrisa de él lo rasgó de parte a parte. "No te conozco, pero te estaba esperando, desde siempre". Él le tendió la mano y ella se la cogió y al mirar hacia atrás no vió rastro alguno de la hilera de migas de pan.