Tal vez

28.06.2013 19:58

Se pasaba la vida soñando despierto. Cuando iba al colegio, cuando bajaba al parque con los amigos, cuando estaba en casa. Su infancia fue un rompecabezas entre las cosas que le habían pasado en realidad y las que había soñado o leído en algunas de las novelas que devoraba con avidez. En su adolescencia las cosas no cambiaron demasiaron. Salía con chicas mientras soñaba que cortejaba a otras a las que ni tan siquiera conocía. "Te estás perdiendo lo mejor de la vida imaginando una existencia inalcanzable", le decía su madre. Pero él no quería escuchar. No sabía. No podía. Acabó sus estudios, encontró un trabajo, se casó y tuvo hijos pero las cosas no mejoraron demasiado. Soñaba con su jefe ideal, con la casa en la que le gustaría vivir, con la esposa perfecta, con los hijos intachables. Soñaba que él mismo era el héroe que jamás intentó llegar a ser. Ni por un momento se le pasó por la cabeza la posibilidad de llevar a cabo alguno, tan sólo uno, de aquellos sueños. Le bastaba con imaginarlos y saborearlos una y otra vez cada vez que cerraba los ojos. Era su mundo particular. Un universo en el que nada, ni nadie, tenía la oportunidad de intervenir. Cuando sus hijos se fueron de casa y su mujer ya no estuvo a su lado, se sentaba en el sofá, tapado con una roída manta de cuadros, frente a la ventana, a saborear sus sueños. Y soñaba entonces con su madre, con su padre, con su infancia, con su juventud, con la más bellas de las esposas, que fue la suya, el mejor trabajo, el que él tuvo, y los mejores hijos, los suyos. Recreaba con deleite cada instantánea de su vida como si se tratara de la mejor de las novelas que había leído. Se pasaba la vida soñando despierto o, tal vez, era la vida la que le había soñado a él.