Vaya un mal día para morirse

03.05.2016 18:24

Abrió los ojos con la práctica seguridad de estar muerto. No sabría bien explicarlo: un cierto entumecimiento, un olorcillo a quemado, un sabor a metal en la boca y frío, mucho frío, pero no un frío de esos de día de invierno normal… no. No de los que se solucionan con un abrigo y un caldito de los que recomponen el cuerpo. Frío de verdad, de los que se cuelan por las entrañas hasta llegar al alma. Pues eso, que se debía haber muerto en algún momento perdido entre la noche pasada y el día que no llegó a ver. Una lástima, por otra parte. Tenía partida de cartas con los amigos, película con su chica y hasta una cena especial en casa de sus padres. “Vaya un mal día para morirse”, pensó, mientras se preguntaba que tendría que ver la muerte con el sabor metálico en las papilas gustativas. “¿Y ahora qué?”, se preguntó. “¿Qué demonios hacen los muertos un domingo de verano?”. Desde luego, pensó en voz baja (en realidad, ahora que no tenía voz audible todas sus voces eran bajas) ir a la playa con este frío absurdo, va  a ser que no. “Vaya un mal día para morirse”, volvió a insistir su pensamiento tozudo. “Hubiera sido mucho mejor que me muriera el lunes”…