Bacalao dourada

14.11.2013 17:47

Foto:  Javier Sáenz

Ajos, cebollas y papas picadas finas. Cómo si de finos cabellos de oro se tratara. El bacalao, dándose un largo baño desde horas antes, dejándose refrescar por el agua dulce. Desnudándose de los restos de sal. Los huevos dejándose ver, orgullosos. El bacalao ‘desmigao’, esperando. Todo listo. El aceite crepita al dorar las papas, las cebollas los ajos y el mismo pescado. Por tiempos, sin prisa, sin pausas. Todo junto se mece, se entremezcla, se une y desune con el oro líquido que todo lo mejora. “Bacalao dourada”, así lo llamaban cuando ella era niña en aquella tierra de encinas orgullosa que hace frontera con el país vecino, Portugal. “Bacalao Dorado”, así escuchó que lo llamaban en otros lugares del mapa. “Bacalao extremeño”, así lo llamaba su chico cuando ella lo hacía. Cuando dejaba jugar a quererse y desearse a cada uno de los elementos que componían el plato. Amor y desamor en una receta. Oro puro salpicado de olivas negras. Promesas cumplidas al entrar en la boca y besar, como besan las cosas que no saben hacerlo. Sin labios, sin lengua, sólo con intensidad y sabor. Promesas cumplidas en el plato.