Fiel amigo

24.04.2013 10:54

Siempre quiso tener un perro. Desde que era pequeño le pidió a sus padres un precioso cachorro con el que jugar, pero nunca se lo permitieron. Luego el ajetreo propio de la juventud se lo impidió. Cuando se casó y el sugirió la posibilidad, su mujer le dejó bien claro que no pensaba tener en casa 'bichos que sueltan pelos', y se conformó. Tras el divorcio estuvo muy ocupado de fiesta en fiesta, tratando de ahogar en alcohol disgustos y problemas. Luego el trabajo, las obligaciones... Llevaba años jubilado y en los últimos meses se había habituado a visitar las instalaciones de la sociedad protectora de animales local. Iba los sábados y sacaba a pasear a 'Mancha', un perro de doce años, que llevaba más de seis allí y tampoco tenía a nadie en el mundo. Cuando le veía era tan su felicidad que él mismo se sentía bien. Bastante con acariciarle el lomo para que el animal le expresara todo su amor. Estaba pensando en llevárselo a casa y envejecer juntos, cuidarse mutuamente, pero no acababa de decidirse. Era una responsabilidad tener un animal y él ya estaba mayor, más bien necesitaba que lo cuidaran a él. Esa noche la pasó soñando con sus ojos tristes y cansados que le miraban suplicantes. Cuando se levantó estaba decidido. Hoy era el día. Recorrió a toda velocidad el escaso trayecto que les separaba y, nada más llegar, anunció con solemnidad. "Me quiero llevar a Mancha a casa". Sintió un extraño frío en el cuerpo cuando todas las miradas se centraron en él. "Has esperado demasiado".