Junto a mí

28.10.2014 12:46

Aligeré el paso. Llevaba varias manzanas sintiendo una respiración pegada a mi espalda y la impresión, inconfundible, de que alguien me estaba mirando. Sabía que me seguían. Sin embargo, junto a mí no había nadie. Caminaba sola, en mitad de la noche, por una ciudad aparentemente desierta. Todos dormían. En mitad del silencio nocturno resonaba el eco de mis pisadas. Intenté caminar de puntillas para evitar el ruido de los tacones. Imposible. El cansacio de una jornada de trabajo demasiado larga me estaba venciendo y mis pasos eran cada vez más lentos y mis pisadas, o eso pensaba yo, más sonoras. Un suspiro restalló al borde de mi oído derecho con absoluta claridad. Me paré en seco, aterrorizada, a mirar a izquierda y derecha. Nadie. La madrugada empezaba a asomarse por un rincón del cielo cuando llegué al portal. Seguía sola. Entré en casa y al tiempo que me desvestía miré bajo la cama. Nadie. Recorrí a paso rápido las tres habitaciones en las que consistía mi casa. Nada. Volví a mi cuarto y me acosté. Inconsciencientemente, de una manera infantil, me cubrí la cabeza con las sábanas para resguardarme de lo que fuera que estaba junto a mí. Porque, aunque allí no había nadie, su respiración seguía conmigo. Junto a mí.