Lágrimas negras

03.09.2013 09:28

La primera vez que pasó hizo como si no hubiera ocurrido nada. Realizó su rutina habitual con normalidad y, de alguna manera, dejó correr la cosa. No es que no fuera consciente de lo que había pasado. Sabía que no era normal. Convengamos que no es habitual que te pase algo así. Ella era consciente de que a la gente no le pasan esas cosas habitualmente, sin embargo necesitaba tiempo para procesarlo. Pese a todo, no era la primera persona a la que le había ocurrido algo así. Lo dejó correr. Lo peor llegó después, semanas más tarde. Un día al levantarse de la cama se dio cuenta de que estaba llorando. No era consciente de haber sentido la necesidad de llorar pero sus ojos estaban encharcados en lágrimas, y esas lágrimas eran negras. Oscuras, sucias, tenebrosas.  Su abuela le había contado que, a veces, el cuerpo necesita expulsar algo que le ha ocurrido y no comprende, y no asimila. Ella le decía que cuando le ocurría algo así lloraba lágrimas negras. Siempre pensó que era una metáfora, pero ahora se daba cuenta de que se trataba de algo literal. Lágrimas de dolor, o de desamor, o de impotencia. Lágrimas de remordimiento, de temor o desazón. No sabía porqué estaba llorando lágrimas oscuras como el petróleo, pero no podía dejar de hacerlo. El oculista no supo darle una explicación lógica pero se interesó mucho por lo que calificó de "un fenómeno irrepetible", y se ofreció a hacerle pruebas, pero ella no quiso saber del tema. Puso una excusa en su trabajo, consciente de que no podría coordinar la recepción de un hotel llorando a mares lágrimas oscuras como la noche. Cuando no pudo seguir diciendo que se le había corrido el rimmel, optó por no salir de casa ni para comprar el pan. Y durante una semana, con todos sus días y todas sus noches, lloró sin parar por sus faltas, por sus errores, por sus pecados, por sus miserias y cobardías. Todo su cuerpo tembló y se estremeció de miedo y llegó a pensar que nunca volvería a ser normal. Sus muebles se oscurecieron, las paredes de su casa cambiaron de color y el cielo se nubló por completo. Los días se hicieron noches y las noches siguieron siéndolo, y decidió no moverse de la cama. Al séptimo día se levantó con el rostro seco y se sintió limpia como nunca antes se había sentido. Nunca más volvió a llorar lágrimas negras. Nunca más volvió a tener miedo. Nunca más volvió a llorar.