Paella

03.05.2013 17:43

Uno a uno, sin prisa. Sus manos iban desnudándolas, despojándolas de su primera piel para después trocearlas de manera cadente, rítmica. Las verduras, ya divididas en mil formas, se apilaban en cuencos. Las carnes, desgarradas, en platos.Los mariscos esperaban su turno y el cereal reposaba en su lugar correspondiente. Cocinar tenía algo sensual, relajante, casi afrodisiaco. Nunca lo había pensado, pero ahora lo sabía. La artista, creatividad pura en los fogones, se lucía haciendo desfilar uno a uno los alimentos hacia el fuego, meciéndolos, acunándolos, acariciándolos hasta que sus formas prietas y firmes se desvanecían y se fusionaban unas con otras. Traspasando sus sabores, sus olores y cautivando los sentidos de quienes tenían el placer de admirar el espectáculo. Quién además pudo paladear el resultado, deslizarlo por su gargante, saborear la miscelanea de colores y sentidos, alcanzó, probablemente, una suerte de extasis inesperado. Por su parte, jamás pensó que hacer y comer una paella podía resultar tan erótico. Tendría que aprender a hacerla.