Sabor a sal

05.05.2013 19:05

La melancolía tiene sabor salado, como a mar, como a lágrimas. Sabe un poco a decepción, tristeza y añoranza. Sabe a tiempo pasado y remoto, a épocas que no volverán, a gente que no regresará y que, a veces, es mejor que no regrese porque, seamos sienceros: hay melancolías que no vienen a cuento. No se puede echar de menos lo que no nunca ha sido, lo que no se ha tenido, lo que nunca ocurrió. No se pueden echar en falta los sueños. Pese a todo, él los añoraba constantemente. Los besos que no dio, los cuerpos que no abrazó, los hijos que no tuvo, las cosas que jamás se atrevió a hacer, las montañas que nunca escaló, todo lo que jamás dijo... Eran tantas las cosas que le convertían en un ser melancólico, triste, cansado, que su cuerpo entero se convertía en un vendaval salado de recuerdos. Su cuerpo se convertía en sal y, como si de una salina se tratara, se dejaba arrastrar por el viento hasta desaparecer. La melancolía sabe a lágrimas. A sal. A viento.