Sushi para dos

02.11.2013 17:39

Te conocí tras un tatami. Seamos totalmente sinceros, esa noche sólo conocí tu voz. Yo compartía con alguien que no tenía tu voz, imposible, una bandeja de sushi, y con sólo escuchar tu risa. Me enamoré de ti. Durante semanas, meses incluso, volví al mismo apartado del restaurante japonés, buscándote. No tuve suerte. El azar es así, antojadizo. Cada vez que comía sushi, cada vez que llevaba un delicioso bocado a mi boca, me acordaba de tu risa. E imaginaba tu voz, y tu cara, y tu manera de ser. Un día, mucho tiempo después, reconocí tu risa en la cola de un cine de verano. Me volví para mirarte y ahí estabas, exactamente como te había imaginado. O tal vez no, que más da. Cuando te vi supe que tenías que ser tú. Me acerqué despacio, sin saber muy bien qué decirte. "Hola", fue todo lo que se me ocurrió. "Hola", me dijiste y nos quedamos en silencio. Horas, minutos, tal vez sólo unos segundos. "¿Vendrías conmigo después del cine a cenar?". "¿Eres el chico del restaurante japonés? He reconocido tu voz. Yo estaba en otro departamenteo pero me gustó tu voz". Te conocí tras un tatami. O tal vez no. Tal vez te había conocido siempre e hizo falta saborear un pequeño maki para darme cuenta de que ya había llegado el momento de salir a buscarte.